jueves, 19 de mayo de 2011

Pocos niños prodigios sobresalen

Amanecer y ocaso de la vida 
El juego de ajedrez , por su naturaleza intelectual, puede ser practicado desde la niñez hasta la ancianidad. Y todavía más ahora con la cantidad de partidas on line y libros que se pueden adquirir en Internet. 
Sin embargo, son raros los niños prodigios que sobresalen en las competencias importantes, porque la experiencia es tan necesaria como el estudio y el talento.
En el extremo opuesto de la vida, tampoco es frecuente que las personas de edad avanzada obtengan buenos resultados en los torneos, aunque hayan sido grandes maestros en la juventud. Con los años, decae fatalmente la capacidad de concentración, la memoria para calcular variantes y hasta la resistencia física exigida por las horas consecutivas de juego.
Miguel Najdorf 
Hubo, por supuesto, algunas notables excepciones. El doctor Ossip Bernstein, por ejemplo, nacido en Ucrania en 1882, ya se destacaba a principios del siglo como uno de los mejores ajedrecistas del mundo. Naturalizado francés luego de la revolución rusa, continuó participando en certámenes magistrales hasta poco antes de su muerte, acaecida en en 1962. Lo extraordinario es que, cuando contaba ya 72 años de edad, fue capaz de igualar el segundo puesto del torneo internacional de Montevideo, adjudicándose además el premio de brillantez por la hermosa partida que le ganó a Miguel Najdorf. 
Najdorf, precisamente, es otro caso admirable de vitalidad y permanencia. Nacido en Polonia, en 1910, se hizo ciudadano argentino después de la segunda guerra mundial, cuyo estallido lo sorprendió jugando las Olimpíadas en Buenos Aires. "El viejo", como se lo llamaba cariñosamente, siguió interviniendo en cotejos de alto nivel -que ayudó incluso a organizar- hasta muy avanzada edad.
De los campeones mundiales, que cada vez son más jóvenes, merece recordarse por su brillante vejez a Emanuel Lasker. Nació en 1868 y falleció en 1941, y retuvo el título durante 27 años. Había cumplido ya los 76 cuando alcanzó segundos y terceros puestos en torneos de primera línea, como los de Zurich, 1934, y Moscú, 1935. Y no hay olvidar que alternaba el ajedrez con la filosofía y las matemáticas, ejerciendo al cátedra universitaria y escribiendo extensos tratados. Lasker, fue, sin duda, un hombre de impresionante lucidez, que no conoció la decadencia.
Pero acaso la figura más asombrosa, en este sentido, sea Samuel Reshevski. Oriundo de Polonia y norteamericano por adopción, Reshevski fue niño prodigio, que aprendió a jugar al ajedrez a los 4 años y que a los 8 ya daba simultáneas por todo Europa. Y fue  también, si se nos permite la expresión, anciano prodigio, como lo demostró en el campeonato de los Estados Unidos de 1981. A los 70, Reshevski empató el cuarto puesto y estuvo a punto de clasificarse para los Interzonales.
Un representante de esta época, quizá el último "anciano", es Victor Korchnoi, quien se mantuvo en los primeros planos del ajedrez mundial hasta nuestros días. En el ámbito argentino,  Francisco Benko es otro de los  actores que pueden alinearse en este grupo de talentos.
En fin, niños precoces y lúcido ancianos: el amanecer y el ocaso de la vida pueden encontrarse frente al tablero de 64 casillas, para crear combinaciones que están fuera del tiempo.

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