lunes, 26 de diciembre de 2011

"Bobby Fischer" jaqueado por su genio

Retomo mi homenaje al gran periodista Héctor Luis González, con la publicación de un articulo en su columna El ajedrez de la Historia de LA VOZ DEL INTERIOR del 2 de marzo de 1986.
El 9 de marzo de 1943, nació en Chicago el extraordinario talento ajedrecísto Robert James Fischer. Hijo de Robert Fischer un bioquímico alemán y de Regina Werner, una judía austríaca, prosoviética, quienes se divorciaron en 1945, “Bobby” como se lo apodó desde niño, pasó su infancia prácticamente sin padre, creándose en su ánimo un sentimiento hostil hacia su progenitora, muy proclive a realizar viajes a Moscú por razones políticas, lo dejaba abandonado al ciudado de su hermana mayor desde muy pequeño.
Este fue el motivo por el cual, desde temprana edad Bobby engendró un particular resentimiento contra la Unión Soviética y también contra su propia familia: Son elocuentes reflexiones vertidas al respecto en 1971, en Buenos Aires: “... mi padre nos abandonó siendo yo chiquito y en cuanto a mi madre, una consumada filocomunista siempre me ha parecido un poco loca. Se ha pasado la vida en manifestaciones en defensa de la paz, sin ningún fundamento y en cuanto a mi hermana mayor, es una estúpida igual que todas las mujeres...”.
En 1960, en oportunidad de intervenir en el torneo “Sequiscentenario” llegó a la Argentina acompañado de su madre, pero ni bien arribó al aeropuerto de Ezeiza, pidió a los organizadores aislarse en un alojamiento, solo. “... a mi madre la quiero fuera de mi círculo, para que no me moleste....”. No obstante que se cumplió su pedido, aquel certamen fue el peor de toda su carrera ajedrecística, puesto que ocupó el decimocuarto lugar, pero vaya en su descargo que su juventud y las atracciones nocturnas de la ciudad porteña, lo desconcentraron del juego y pagó tributo a su falta de conducta. Sin embargo aquel memorable torneo que ganaran ex aequo Korchnoi y Reshevsky, resaltó su más valiosa experiencia en la forma de comportarse para competir.
La prueba la tuvimos 10 años después, en las Olimpiadas de Siegen, cuando en el acto inaugural una despampanante belleza elegida Reina del Ajedrez Mundial le invitó a bailar, recibiendo esta respuesta: “... si como no, pero cuando finalice el torneo....”. Su hermana le enseñó a jugar al ajedrez cuando contaba con 7 años de edad y se abrazó a esta disciplina con una ostensible voluntad, dejándose absorber totalmente por el mundo de los trebejos, como una forma de escapismo a su trauma provocado por la separación de sus padres. Poseía de niño un cociente de inteligencia de 184 -superior al de Eisntein- lo que le permitió adquirir rápidamente conocimientos de ajedrez superior y desarrollar un concepto excepcional.
Reuniendo todas las características del niño prodigio, las que tanta fama le dieron a Reshevsky, Capablanca y al español Pomar, Fischer inició una espectacular escalada que culminó en 1957 cuando se consagró campeón de los Estados Unidos.
Tenía entonces 14 años de edad y al año siguiente fue distinguido con el título de gran maestro internacional por su brillante quinto puesto en el Interzonal de Portoroz.
Dotado de un extraordinario amor propio siendo un adolescente ya tuvo algunos choques y roces con los granes maestros. Para Bobby la derrota tenía contornos de catástrofe. Más de una vez se lo vio llorando en una partida perdida y también mostrando reacciones violentas como la que tuvo con Miguel Nadjdorf, cuando éste lo venció en una sesión suspendida y Bobby en señal de abandono, le dio vuelta el tablero con todas las piezas. El temperamental maestro argentino reaccionó vehementemente ante la falta de respeto y salió en persecución del jovencito, pero intervino el maestro Robert Byrne - capitán del equipo americano- y previas disculpas del caso evitó que Bobby tuviera un grave problema. Esta y muchas otras anécdotas similares le valieron el mote de “Enfant terrible”, actitudes que fue superando aunque siempre mostrando un carácter hosco y circunscripto a un solo tema, el ajedrez.
Volvió a ganar el campeonato de los Estados Unidos en 1960, halago que repitió en 1961, 1963, 1966 y 1967 erigiéndose en la figura más significativa de Occidente cuando participó en el Torneo de Candidatos en Zurich, contando sólo con 16 años de edad, un hecho inédito en la historia del ajedrez.
En la candidatura de Zurich, Bobby llegó en el sexto lugar y cuarto en la misma prueba en Curaçao 1962, pero en ambos casos comenzó a presentar protestas ante la Federación Internacional en procura de modificar los reglamentos, aduciendo que los soviéticos, por su mayor número de participantes clasificados en el torneo de candidatos, jugaban en equipo en desmedro de los representantes de otros países. Así mismo en Curaçao, Fischer realizó agrias críticas contra los teóricos rusos. Tras su derrota ante Korchnoi, en una de las rondas, en la que se había planteado una Defensa Pirc, jugó una línea analizada por Vassyli Panov, en su entonces flamante tratado de aperturas, quien recomendaba para las blancas un movimiento con signo de admiración, Bobby siguiendo el consejo de ese libro, realizó la jugada confiando en las bondades, pero cuan grande fue su sorpresa cuando Korchnoi respondió de inmediato y “al toque” con un categórico sacrificio que destrozó la posición del americano. Luego de la partida, Fischer declararía “... los maestros soviéticos analizan variantes dudosas y las publican en sus revistas y libros “for export” como buenas, guardándose los antídotos para los incautos...”.
Ya Fischer, por esos años demostraba un esfuerzo y contracción al estudio poco común, solía pasar 12 horas continuadas encerrado en la búsqueda de nuevas variantes, logrando descubrimientos que llegaron a revolucionar la teoría. Valga recordar cuando por razones políticas en 1963, no se le otorgó la visa para participar en La Habana del Torneo, en memoria de Capablanca, siendo aceptada su intervención mediante la trasmisión de sus jugadas por telétipo. En una de las rondas enfrentó al búlgaro Trigov y se llegó a una posición harto trillada de la variante Gotemburgo de la Siciliana. Allí, todos los preceptos técnicos indicaban que las negras debían jugar caballo de rey, a costa de no quedar perdidas. Sin embargo, el cablel anunció que Fischer movía su caballo dama, creándose una verdadera confusión entre los presentes y la jugada ante la posibilidad de existir un error. Fischer, envió de inmediato la confirmación y el búlgaro lleno de optimismo y sumamente confiado, respondió inmediatamente sin ni siquiera imaginar que tres jugadas después habría de abandonar.
(El miércoles la segunda parte)

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