miércoles, 15 de agosto de 2012

El ajedrez nunca fue amateur

El profesionalismo del jugador de ajedrez.
Los maestros italianos nombrados en las últimas entradas hicieron del juego su medio de vida, y algunos, como Boi y Greco, no solamente llevaron una existencia decorosa sino que reunieron verdaderas fortunas. Es verdad que contaron con el apoyo de los nobles del Renacimiento, quienes protegieron a los ajedrecistas brillantes, como lo hicieron también con los mejores músicos y demás artistas: Porque el ajedrez es un arte, hubo mecenas que proporcionaron respaldo económico a los virtuosos del tablero.
Pero, sin perjuicio de su calidad artística, el ajedrez es esencialmente un juego, y siempre existió la costumbre de establecer una recompensa en dinero para el ganador. Las apuestas eran cosa habitual y constituyen un dato de la realidad, imposible de negar, al margen de las consideraciones morales que puedan formularse al respecto.
Esta modalidad no fue un invento de los italianos, ni apareció por primera vez en el Renacimiento. Existen testimonios muy antiguos, que prueban que ya los maestros árabes se consagraron en forma exclusiva a la práctica del ajedrez primitivo, y que el juego les permitía mantenerse sin dificultades.
El propio Ruy López, en España, fue un profesional del ajedrez. Y así aconteció más tarde con los principales jugadores de Francia, Inglaterra y Alemania, países que ocuparon sucesivamente el primer plano en la práctica de nuestro juego.
Era natural, entonces, que cuando el ajedrez se organizara como deporte, en clubes y federaciones, los torneos tuvieran desde el primer momento premios en efectivo: Y así ocurrió ya en el famoso torneo de Londres, año 1851, considerado como el primer certámen internacional de la historia. Algunos autores sostienen que ese título corresponde al encuentro entre españoles e italianos, que tuvo lugar en 1575, en Madrid; pero, si se admite esto, hay tener en cuenta que en esa remota ocasión también hubo una suma de dinero en disputa.
El ajedrez deportivo, en consecuencia, tiene una tradición de profesionalismo, o al menos, de competir por dinero, tan antigua como el ajedrez mismo, y esa tradición emana de su condición lúdica. Carece de relevancia que sea un juego de ingenio y no, un juego de azar; Es, de todos modos, un juego, aunque también sea un arte y una ciencia.
Tal es la causa por la cual el ajedrez no participa de las Olimpíadas. Aclaremos que los llamados “Juegos Olímpicos Ajedrecísticos”, son, sencillamente, un campeonato mundial por equipos.
El ajedrez, en nivel magistral o internacional, nunca ha sido, pues “Amateur”. Y este hecho, también forma parte de la historia del juego.

viernes, 3 de agosto de 2012

Gioacchino Greco, “El calabrés”, marca la supremacía italiana en el juego.

El ajedrez italiano, que ejerció un indiscutible liderazgo durante todo el siglo XVII, tuvo su máximo exponente en el genial jugador y teórico Gioacchino Greco.

Fue conocido por el apodo de “el calabrés”, debido a que nació precisamente en Celico, cerca de Cosenza, Calabria, en el año 1600. Era de  familia humilde, y recibió muy poca o ninguna instrucción, pero pronto reveló un xtraordinario talento para el ajedrez y resolvió hacer del juego su medio de vida. Muy joven, se radicó en la ciudad de Roma, donde su habilidad con los trebejos le valió la protección de varios nobles prelados de la curia pontificia, como el cardenal Savelli. A sus benefactores dedicó el libro titulado “Tratatto del nobilissimo giocco de scacchi”, publicado en 1620.
Al año siguiente, Greco viajó a Francia, donde fue acogido generosamente por el duque de Lorraine, en su corte de Nancy. Ganó muchísimo dinero jugando al ajedrez y el duque le hizo traducir su libro al francés, tarea que estuvo a cargo de Guillaume Ancel.
Luego, se trasladó a París, y allí derrotó a los mejores jugadores galos, entre ellos el duque de Nemours y el señor Chaumont de La Salle. Acumuló una verdadera fortuna, pero tuvo la desgracia de ser asaltado cuando se dirigía a Londres, llegando a la capital inglesa sin un centavo.
Pero muy pronto rehizo sus finanzas, siempre merced a su absoluta superioridad frente al tablero. En Londres, se midió con Nicholas Mount Stephen y otros fuertes maestros británicos, a quienes venció sin mayor dificultad. El ya famoso libro de Greco fue vertido también al idioma inglés.
Regresó a París, en 1624. Poco después, fue recibido en la corte española y jugó con los ajedrecistas de renombre, en presencia del rey Felipe IV. Volvió más tarde a Nápoles, que, como hemos dicho, era la capital ajedrecística de Italia y del mundo, prosiguiendo su carrera triunfal. Hasta su muerte, Gioacchino Greco fue considerado virtual campeón del mundo.
Los últimos años de su vida son bastantes oscuros: En Nápoles, trabó amistad con un gentilhombre español, quien lo entusiasmó con la idea de venir a América, la gran quimera de aquellos años. Greco aceptó la invitación y aquí murió, en 1634. Todos sus bienes, adquiridos gracias a su genio ajedrecístico, fueron heredados por los padres jesuítas.
El célebre libro de Greco no es exactamente un tratado, a pesar del título; se trata más bien de una antología de partidas brillantes ampliamente comentadas. La colección permite apreciar las principales características de la escuela italiana, cuya base era un pronto desarrollo de las piezas, aun a costa de sacrificios de peones en la apertura, es decir, a costa de gambitos.
La obra fue impresa innumerables veces, hasta el siglo XIX, en todas las lenguas europeas. Todavía hoy conserva su interés, en todas las lenguas europeas. Todavía hoy conserva su interés, ya que pone de manifiesto la riqueza imaginativa del genio renacentista, y deleita con la belleza de sus combinaciones.
“El calabrés” marca el punto más alto de la supremacía italiana en el juego. Luego de su muerte, Nápols continuó siendo por bastantes años el centro ajedrecístico, pero ya se insinuaba una decadencia que se acentuó con el correr de los años. 
A fines del siglo XVII, como preanunciando un nuevo momento trascendental de la cultura humana (la revolución de 1789), la primacía en el ajedrez también fue asumida por Francia.




miércoles, 18 de julio de 2012

Belgrano ganó la primera etapa de la Región Centro de la Liga Nacional de Ajedrez


El Club Atlético Belgrano se impuso en  la primera etapa de la Región Centro de la Liga Nacional de Ajedrez que se jugó el pasado fin de semana en Villa General Belgrano, Valle de Calamuchita, Córdoba.
El equipo de Barrio Alberdi, integrado por Guillermo Soppe, José Cejas y Raúl Maiques, tuvo que luchar hasta la última ronda para poder llegar a consagrase ganador con 18 puntos, quedando a una unidad el Club Universitario integrado por Ismael Giménez, Pablo Jacobo y Carlos Tornsquist. Tercero se ubicó el conjunto de  Los 80 de Alekhine “A” (con 15, con Rubén Pinus, Luis Suárez y Diego Sindín) y 4to Los 80 de Alekhine “B” (13 puntos con Efrain Valeriano, Miguel Tófalo y Eduardo Adach) ). Más atrás quedaron Club Atlético Belgrano “B” (12,5); Calamuchita “A” (10,5); Calamuchita “C” (8,5); Calamuchita “B” (5) Cuatro Torres (4) y Calamuchita “D” (1,5).
La medalla para el mejor primer tablero fue para Ismael Gimenez de Universitario, con  5,5 puntos en 7 partidas; en el segundo tablero  José Cejas (Belgrano)  7 en 7; y en el tercero Raúl Maiquez (Belgrano) 7 en 7.
En juveniles el triunfo también fue para Belgrano con 17 puntos, seguido por Villa General Belgrano (12) Calamuchita E (4) y Calamuchita “F” (3).
El evento, dirigido por Raúl Grosso (Coordinador de la Región Centro de la Liga Nacioanl) contó con la organización de Daniel Pozzo, responsable de  G.A.M.E.S. "La Revista de los Deportes Alternativos", y tuvo el auspicio de la Municipalidad, Cooperativa de Luz y Cooperativa de Aguas de Villa General Belgrano,
La próxima etapa de la Región Centro se jugará en setiembre, en Córdoba capital.

viernes, 13 de julio de 2012

“Il Puttino”: una de las figuras más curiosas de la historia del ajedrez

Giovanni Leonardo da Cutro , “el caballero errante”

A fines del siglo XVI, Italia se convierte en el centro más importante del ajedrez mundial, cuando Giovanni Leonardo da Cutro y Paolo Boi derrotan a Ruy López y a Cerón en el famoso certamen de Madrid, año 1575.
Leonardo fue un jugador brillante y también una de las figuras más curiosas de la historia de nuestro juego ya hacia 1560 y cuando era todavía un jovencito,Leonardo gozaba de sólida fama como ajedrecista. Quince años después, al consagrarse como el mejor de su tiempo, había sin duda perfeccionado su técnica; es digno de señalar que los jugadores italianos sobresalieron porque ya habían comprendido la importancia de un rápìdo desarrollo de las piezas, aprovechando que las nuevas reglas permitían una partida dinámica y con definiciones a menudo fulminantes.
Viajero incansable, Leonardo fue apodado “el caballero errante”, por el rey Sebastián de Portugal, país en donde estuvo luego del torneo de España. En Italia lo llamaban “il Puttino”, a causa de su pequeña estatura. De regreso a su patria, entró al servicio del príncipe de Bisignano, quien le brindó protección y apoyó, como era habitual entre los nobles del Renacimiento, mecenas y filántropos.
Muchas anécdotas, posiblemente fabulosas, se cuentan del pintoresco Leonardo. Una de ellas afirma que los piratas sarracenos que asolaban el mar Mediterráneo, tomaron prisionero a un hermano de Leonardo y le exigieron un elevado rescate. El intrépido ajedrecista desafió a disputar un match, con la condición de que, si Leonardo ganaba, su hermano fuera liberado. Naturalmente, el maestro se impuso con facilidad y así logró superar la dramática circunstancia, gracias a su habilidad frente al tablero.
Al parecer Leonardo era tan insoportable como suelen serlo los genios. En un cuadro que representa un escena del match contra Ruy López, se ve al monje español muy concentrado en la partida, mientras el italiano aparece mirando en dirección al espectador, con un gesto de burla. Su pedantería le costó muy cara a Leonardo da Cutro, ya que murió envenenado a los cuarenta y cinco años de edad. Se sospecha que el asesino fue algún ajedrecista humillado y vengativo.
El otro maestro de la misma época, Paolo Boi, llamado “el Siracusano”, acompañó a Leonardo en sus giras y obtuvo mercedes y beneficios de varios monarcas. Felipe II lo retribuyó espléndidamente en Madrid, le asignó una beca a cargo de la gobernación de Sicilia y le dio una carta de recomendación para su hermano, don Juan de Austria.
Boi recorrió también toda Italia y luego llegó hasta Hungría y el imperio otomano, jugando contra los mejores ajedrecistas magiares y turcos y viviendo exclusivamente del juego, como un verdadero profesional. Finalmente se radicó en Nápoles, que era la ciudad italiana donde mayor auge había cobrado el ajedrez y allí encontró la muerte, también en forma trágica, como su amigo Leonardo: Lo mató su propio criado, para robarle la fortuna que Boi había ganado como ajedrecista.
Lamentablemente, ninguno de estos dos grandes maestros dejó escritos sobre el juego, aunque se han conservado partidas de ambos, suficientes para acreditar su genio. Pero Italia iba a producir, poco tiempo después, dos insignes tratadistas que tienen un lugar de privilegio en el desarrollo de la teoría del Ajedrez: Alessandro Sabio y Giacchino Greco.

viernes, 6 de julio de 2012

Ruy López de Segura considerado el primer campeón mundial.

Fue en España donde se publicó el primer tratado de ajedrez moderno: El libro de Lucena, que apareció en 1497. Tenía que ser también España, pues, la patria del primer gran maestro que sobresalió en su época, al punto de que se lo considera el número uno en la lista de los campeones del mundo, a pesar de que este título sólo existe oficialmente desde hace menos de un siglo.
Era un sacerdote y se llamaba Ruy López de Segura. Durante su juventud como seminarista, cultivó el ajedrez a fuer de pasatiempo, una costumbre usual entre los estudiantes del Renacimiento. Pero más tarde, en la corte de Felipe II, se convirtió en un verdadero profesional del juego, y fue también un destacado teórico en la aceptación actual de este vocablo.
Pese a su notoriedad, poco se conoce de la vida de Ruy López. Está documentado que viajó a Roma en el año 1560, al comenzar el pontificado del papa Pío IV, y que allí leyó el libro de Damiano y derrotó en varias partidas a Giovanni Leonardo da Cutro, por entonces un jovencito que era ya muy famoso en toda Italia.
De Roma trajo Ruy López una palabra que enriqueció el lenguaje ajedrecístico: la palabra “gambito”. El término deriva, evidentemente de gamba, que significa Pierna. En el lunfardo romano se usaba el verbo “gambitare”, con el sentido de “hacer una zancadilla”, es decir, atravesar la pierna para provocar la caída del rival. De ahí que, originalmente, “gambito” fuera sinónimo de “trampa” o “celada”, pues consistía en entregar un peón, cuya captura resultaba fatal. Con el correr de los años, el gambito perdió ese carácter de astucia, y pasó a designar el sacrificio de un peón en la apertura, con el propósito de ganar tiempos en el desarrollo de las piezas.
En 1561, Ruy López da a la estampa su famoso “Libro de la invención liberal y arte del juego de ajedrez muy útil y  provechosa”, que fue traducido a todas las lenguas europeas. En esta obra Ruy López expone y analiza extensamente las aperturas y, en especial, la que desde entonces se conoce indistintamente como Española o Ruy López, una línea de juego inagotable, que grandes maestros han empleado y emplean, incluso, en los matches por el título mundial.
Se han conservado unas cuantas partidas de Ruy López. que no tienen más interés que el histórico, pues si bien el fraile español era muy superior a los rivales de su tiempo, ni siquiera su juego escapaba a la ingenuidad con que se buscaba un rápido jaque mate, desconociendo todavía por completo la estrategia. Se jugaba sin plan, ensayando a tientas jugadas con frecuencia incoherentes; pero es completamente natural si se recuerda que el ajedrez había experimentado, apenas medio siglo antes, enormes cambios en las reglas de la partida y el movimiento de las piezas. El enroque no estaba todavía definido, y en una partida se ve al Rey saltar como si fuera un Caballo, en su primera jugada, yendo de uno Rey a dos Alfil Dama.
En el año 1575, y en presencia del rey Felipe II, tiene lugar que algunos autores sostienen que fue el primer torneo internacional de ajedrez: Ruy López, su compatriota Alfonso Cerón de Granada y los Italianos Giovanni Leonardo da Cutro y Pablo Boi “il Siracusano”, jugaron una serie de matches que finalizaron con el claro triunfo de los italianos. Era el fin de la hegemonía española, y, a fines del siglo XVI, Italia se constituye en el centro más importante del ajedrez de Europa y el mundo.

viernes, 29 de junio de 2012

Apolo: ¿Puede ser considerado como el auténtico patrono de ajedrez?

El libro titulado “Repetición de amores y arte de ajedrez”, escrito por Luis Ramírez de Lucena en el año 1947 fue el primer tratado donde nuestro juego aparece ya con casi todas sus características modernas.
Quince años más tarde, en Roma, aparece otra obra fundamental de la literatura ajedrecística: “Questo libro é da imparare giocare a schachi e de le partite”, cuyo autor era un portugués llamado Damiano. Este maestro, de quien poco o nada se sabe, redactó la primera parte del su libro en italiano, pero la segunda -que contiene setenta y dos problemas analizados- alterna la lengua italiana con la española.
El libro de Damiano fue el primero que se publicó en Italia y gozó de enorme popularidad, siendo reeditado muchas veces en el siglo XVI y en el siguiente. Era una especie de manual realmente indispensable para todo aficionado y traía la novedad de estudiar no solamente las tradicionales aperturas de peón rey, sino también algunas de peón dama, entre ellas, el gambito aceptado.
Otra curiosidad es que Damiano alude a partidas en las que uno de los jugadores da ventaja a su adversario, una forma de jugar que no beneficia precisamente el progreso del ajedrez, pero que estuvo de moda durante mucho tiempo, incluso hasta el siglo pasado. También se refiere Damiano a las simultáneas a ciegas, y qeu muchos la catalogan como otra perniciosa costumbre que ha subsistido casi hasta nuestros días, pues grandes maestros del siglo XX, como Aliéjin, Reti y Najdord, han protagonizado estos espectáculos, que los detractores los sedñalan como mñas  más propios de un circo que de la serena meditación del juego-ciencia.
Junto a la obra teórica de Damiano, el Renacimiento produjo, también en Italia, el primer poeta del ajedrez. Casi esta expresión queremos significar que el juego moderno se construyó en el tema principal de una composición poética importante y culta, así como en la antigua Persia el “chatrang” primitivo tuvo también sus bardos o poemas.
El poeta de que hablamos se llamaba Marco Gerónimo Vita y nació en Cremona en el año 1490. LLegó a ser obispo de Alba y falleció en 1566, dedicando su vida más a las artes y a las letras que a sus obligaciones eclesiásticas, un hecho que, en esa época, no llamaba demasiado la atención. El largo poema consagrado al ajedrez fue compuesto posiblemente hacia 1513, pero se publicó varios años después. LLeva por título “Scacchia Ludus”, o sea, simplemente, “Juego de ajedrez”; está escrito en latín clásico y, también muy clásicamente, narra las épicas alternativas de una partida entre los dioses Apolo y Mercurio.
Los valores estéticos del poema se han diluído con el correr de los años, pero es indudable que esta creación del obispo Vita influyó a otros artistas de los siglos posteriores, que escribieron luego obras semejantes. Lo notable es que también ejerció influencia en el desarrollo del juego mismo: La más importante es que Vita concibe definitivamente como Torre o Castillo a la pieza que en la antigüedad era un carro de asalto, y desde entonces se hace universal la forma y la denominación moderna de dicha pieza.
También este poema nos confirma que ya el ajedrez se jugaba como en la actualidad, pues Vita comenta largamente, siempre en versos ampulosos y perfectos, el movimiento de las distintas piezas, comprando, por ejemplo, a los obispos (o sea, los alfiles) con los arqueros, por su acción a la distancia, o pregonando la enorme capacidad destructiva de la dama.
La partida entre ambos dioses finaliza con la victoria de Apolo, que conducía las blancas. Es sabido que este dios representa la belleza y la armonía, y por ello, bien puede ser considerado como el auténtico patrono de ajedrez.

viernes, 22 de junio de 2012

El ajedrez acompañó siempre la evolución del hombre y los progresos de su cultura

En el año 476 los bárbaros invanden a Roma, hecho que marcaba el fin del imperio de Occidente y señala el comienzo de la llamada Edad Media. En una fecha aciaga para la cultura humana, ya que la caída de Roma implica la desaparición de la filosofía, el arte y la ciencia antiguas y su reemplazo por la ignorancia, la superstición y la barbarie. Con todo acierto se ha dicho que la Edad Media es “la larga noche de la historia”, porque durante casi mil años, el género humano estuvo dormido con las más altas manifestaciones del espíritu y sufrió la pesadilla del oscurantismo, la intolerancia y el atraso.
El ajedrez nació prácticamente en la Edad Media, pero no, desde luego, en la Europa hecha ruinas, sino en la lejanía India, de donde muy pronto pasó al reino de Persia. Sin embargo fueron los árabes quienes lo llevaron enseguida a España; recordemos que también trajeron, junto con el ajedrez, la vieja cultura que los bárbaros habían sepultado bajo los restos de los grandes monumentos del imperio romano. Los árabes se convirtieron así, paradójicamente, en los conservadores de la cultura occidental y, gracias a ellos, Europa pudo redescubrir, hacia el siglo quince, el valioso tesoro perdido diez centurias atras. Entonces, la Humanidad despertó de su largo sueño, gestándose el fenómeno conocido con el nombre de Renacimiento.
La forma primitiva del ajedrez, llamado “shatranj” por los árabes, subsistió en la Europa medieval prácticamente sin cambios en las reglas del juego. La Dama era una pieza muy débil, que apenas se movía una casilla y sólo en diagonal; los alfiles se desplazaban de a dos casillas; no existía el enroque y los peones avanzaban siempre nada más que un paso. Es fácil imaginar que el juego resultaba sumamente lento y tedioso, y solo el sopor mental en que vivieron los hombres durante el Medievo puede explicar que el ajedrez arcaico haya logrado sobrevivir mil años.
El renacimiento afectó también profundamente al ajedrez. El despertar de la inteligencia, el redescubrimiento de la cultura grecoromana, la emancipación del pensamiento, de la tutela de la Iglesia, el ascenso de la clase media y la creciente importancia de los centros urbanos, no podían dejar de influir en un juego que ofrecía grandes posibilidades de ser mejorado y dinamizado. Los españoles y los italianos advirtieron esas posibilidades y en un breve lapso, la segunda mitad del siglo quince, el ajedrez adquirió prácticamente sus características modernas.
Esta transformación no debe sorprender, ya que en la misma época se inventó la imprenta, se concibió la teoría heliocéntrica y resurgieron la pintura, escultura, y el teatro. Como manifestación artística y científica - lo hemos dicho otras veces- el ajedrez ha acompañado siempre la evolución del hombre y los progresos de su cultura.
Naturalmente, el proceso que reseñamos no estalló de repente sino que fue preparado por una paulatina revitalización del humanismo, a cargo de individuos excepcionales que se anticiparon a su tiempo y muchas veces pagaron con la muerte su osada rebeldía. Estos precursores, en ocasiones, fueron también ajedrecistas y empezaron a introducir variantes en las reglas del juego, ya hacia el año 1300.

viernes, 15 de junio de 2012

Forma y significado de las piezas de ajedrez a través del tiempo

Durante la Edad Media, cuando el ajedrez es introducido en Europa por los árabes y llevado después a todo el mundo conocido, se produjeron cambios en la forma de las piezas, en su nombre y, finalmente, en las reglas del juego.
En el ajedrez primitivo, la batalla era dirigida el por “Sha”, palabra persa que significa “Rey” o “Emperador”. Como la monarquía era entonces la forma universal de gobierno, esta pieza conservó, naturalmente, la apariencia y el nombre de Rey. La única excepción es el idioma ruso, donde el Rey se llama Kórol; pero este vocablo alude a Carlomagno, arquetipo de monarca medieval.
La evolución de la pieza que hoy conocemos como Dama, fue complicada. En el chaturanga indio, representaba la tienda de campaña que servía de estado mayor durante la guerra; más tarde, siempre en Oriente, pasó a simbolizar al consejero o ministro del rey, con el nonbre de “firz” o “fers”, que se ha castellanizado como “vizir” y equivale al hombre de confianza del soberano, el que está más próximo al rey. En Europa, donde la esposa del monarca tenía muchas veces la influencia decisiva en el gobierno, y donde no era raro encontrar mujeres a la cabeza de importantes naciones, el “fers” fue asimilado pronto a la reina y la pieza adquirió así figura femenina y su nombre actual.
Recordemos que “dama” significa “señora”, manera respetuosa de nombrar a la soberana. En inglés, en cambio, la pieza se denomina directamente “reina” (queen) y lo mismo ocurre en portugués y otra lenguas modernas. En Rusia, tal vez porque allá el ajedrez llegó desde Persia y no a través de Europa, se mantiene la palabra “firz”, pero la pieza es la misma que en Occidente.


Curiosos alfiles
El caso de los alfiles es muy curioso. Originalmente se trataba de elefantes, artillería pesada natural en la guerras de la India antigua. La palabra árabe “alfil” quiere decir literalmente “el elefante” y era incomprensible para los europeos, ya que no conocían a estos animales. El hecho de que los alfiles estuvieran al lado del rey y de la reina llevó a suponer que eran dignatarios eclesiásticos, ya que en la edad media la Iglesia ejercía un poder considerable. Así fue como los paquidermos orientales se transformaron en “obispos”, y ésta fue la denominación de la pieza en la mayoría de las lenguas de Europa. Dos excepciones: España, donde perduró la palabra “alfil” debido a la larga dominación árabe; y en Francia, país en que la pieza recibió el insólito nombre de “Fou”, o sea “bufón”.
Pero todo tiene un motivo: Las piezas musulmanas era estilizadas, para no caer en la idolatría, condenada por el Corán. El alfil tenía dos puntas, que en Asia, representaban los colmillos del elefante; en Europa se pensó que eran las puntas de la mitra del obispo. pero los franceses las confundieron con el gorro de cascabeles que se ponían los bufones para entretener al rey.
El Caballo simboliza hoy lo mismo que hace mil quinientos años, y se mueve de la misma manera que el ajedrez primitivo. En algunos idiomas, sin embargo, se llama “Caballero” o “Jinete”. Tampoco los peones han sufrido transformaciones de importancia: Siempre fueron los los soldados de la infantería, es decir, los que marchan a pie, y eso significa la palabra “peón”.
En el juego antiguo había una pieza denominada “ruj”, que era el “carro de guerra” empleado en ese tiempo en la Indica. Tampoco esta palabra tenía sentido para los europeos, que dieron entonces a la pieza las formas más diversas y caprichosas. Con el correr de los siglos, se produjo un hecho sorprendente: Como la palabra “ruj” sonaba parecida a “roca” (piedra), la pieza fue concebida como castillo o fortaleza, y así nacieron las Torres que conocemos. Recordemos que, en buen español, la palabra “roque” quiere decir “torre”, y de allí proviene el verbo “enrocar”, o sea, refugiarse en la torre.

viernes, 8 de junio de 2012

Los vikingos, grandes propagadores del ajedrez

Los vikingos, marinos y conquistadores escandinavos que -en los siglos XI y XII- recorrieron toda Europa, fueron quienes introdujeron el ajedrez en diversas naciones.
La literatura de los países nórdicos es muy rica en leyendas que, por regla general, parten de hechos históricos; son las famosas “sagas”, ciclos de poemas épicos que abundan en referencia al ajedrez.
Algunas son particularmente terribles, como la que cuenta un episodio cuyos protagonistas fueron Knut el Grande rey de Dinamarca y de Inglaterra, yLos vikingos, grandes propaadores del ajedrez el conde Ulf, un noble que gozaba de gran prestigio personal. En el transcurso de una recepción que Ulf ofreció al monarca en la ciudad de Roskilde, que era en ese tiempo la capital de Dinamarca, ambos se enfrascaron en una partida de ajedrez. En cierto momento el rey se equivocó y dejó un caballo indefenso, que su rival, naturalmente, capturó. El soberano pretendió volver la jugada; entonces, el conde se enfureció, barrió el tablero de un manotón, y cruzó con el rey algunas frases hirientes. Knut el Grande no pudo soportar la humillación y, esa misma noche, mandó a asesinar a Ulf. El crimen es real, y según los anales se cometió el 29 de setiembre del año 1027, aunque los historiadores estiman que el rey ya había premeditado deshacerse de Ulf, cuyo creciente poder constituía una amenaza para el gobierno.
En muchas otras leyendas aparecen situaciones similares. Y es digno de ser señalado que la pésima costumbre de volver jugadas erróneas, común entre los aficionados, suele ser todavía hoy motivo de acaloradas discusiones.
Uno de los lugares a donde el ajedrez fue llevado por los vikingos y donde se arraigó profundamente, es la remota Islandia, la “tierra del hielo”, la misma donde mil años después se jugó el match Spassky-Fischer, la patria del ex  presidente de la Federación Internacional, Frydrik Olaffsson. Testimonio inapelable de la antigua pasión de los islandeses por nuestro juego, son las piezas halladas accidentalmente por un labrador en la isla de Lewis. Se calcula que datan del siglo XII y están finamente labradas en colmillos de morsa, una especie de foca  que abunda en aquellas latitudes.
El Rey mide casi diez centímetros de alto y está representado como una figura de expresión grave, con una espada desnuda en su diestra; aparece sentado en el trono, en cuya base está delineado un dragón con alas. La Reina es ya una figura claramente femenina y sostiene en una de sus manos un cuerno, que en esa época se usaba como vaso para servir el vino. También los Alfiles están ya caracterizados como Obispos, en la posición de bendecir y apoyados en un báculo. Los caballos son guerreros montados y esgrimen una lanza en la mano derecha, llevando un escudo sujeto al otro brazo. Como se advierte todas estas piezas tienen ya su apariencia y significación moderna, cosa que no ocurre con las Torres: En efecto, como la palabra árabe “ruj”, que designaba a los “carros de asalto” del ajedrez primitivo, era incomprensible para un europeo, la forma de esta pieza fue bastante variable, antes de cristalizar en la que hoy conocemos. En el antiguo juego islandés, el equivalente a la torre es un gran guerrero de a pie, que porta escudo y sable. Posiblemente por ese motivo, los verdaderos infantes, es decir los peones, consisten simplemente en pequeñas pirámides, de unos cinco centímetros de alto y son las únicas piezas estilizadas.
Los vikingos reinaron en Inglaterra y Escocia en los primeros años del siglo XI e implantaron también allí el ajedrez. Antes lo habían hecho en el norte de Francia, al asentarse en Normandía. La importancia que adquirió el juego en Inglaterra se hace patente en un antiguo códice que enumera los derechos y obligaciones del rey: Junto a su deber de impartir justicia los sábados y de legislar los lunes, tenía que dedicar los jueves a jugar al ajedrez.

jueves, 31 de mayo de 2012

Decisiva acción de los italianos para la promoción del ajedrez en Europa

Podemos considerar probado que el ajedrez nació en la India, a fines del siglo VI de la era cristiana, con el nombre del “chaturanga”. Luego pasó a la antigua Persia, donde fue llamado “chatrang”, y su etapa primitiva concluye con la invasión musulmana que funda el califato de Bagdad, en cuya corte el juego se denominó “shatranj”.
Los árabes llevaron después el ajedrez a España, país que -juntamente con Italia- son los polos de irradiación del juego hacia el resto de Europa. La expansión europea se cumple alrededor del año 1000, a pesar de la resistencia de la jerarquía eclesiástica que, en un primer momento,miró con desconfianza esta invención de los infieles.
La influencia española se ejerció, sobre todo, a través de los manuscritos árabes, que contenían las reglas del juego y también problemas y finales compuestos. Más tarde, un rey católico, Alfonso X El Sabio, compiló el primer tratado integral de ajedrez, ampliamente divulgado en todo el mundo de entonces.
Italia, por su parte, difundió el ajedrez por medio de sus mercaderes que recorrían continuamente las comarcas vecinas, llevando productos de la industria y la cultura. Gracias a ellos, el juego fue conocido en el sur de Alemania, Austria y Francia y también en lo que actualmente son los países balcánicos.
En Alemania, la referencia más antigua sobre el ajedrez se halla en un poema escrito en latín, que se supone a principios del siglo XI y fue encontrado en el monasterio de Tergernsee, localidad de Baviera. La obra narra las negociaciones entre dos monarcas, posiblemente el rey de Francia, Roberto II el Piadoso, y el emperador alemán Enrique II, quienes efectivamente conferenciaron en el año 1022.
Según el autor, un emisario de uno de los reyes va a la corte del otro, portador de una propuesta de paz. Antes de hacerlo pasar, el chambelán lo desafía a jugar una partida de “ludus scacchorum” (nombre latino del ajedrez). El enviado acepta, pero enseguida advierte que su rival juega muy mal, entonces, diplomáticamente, se deja ganar. Así consigue llegar hasta el rey enemigo, quien acepta el tratado de paz y, antes de despedirlo, lo invita también a jugar, pero apostando una fuerte suma de dinero. Como ya había logrado su propósito el astuto embajador, pone esta vez en práctica todo su dominio del tablero, gana la partida, y regresa de su misión habiendo concertado la paz y ganado el dinero de la apuesta.
Otro manuscrito, conocido como “poema de Einsiedeln” porque fue descubierto en otro monasterio, sito precisamente en ese lugar de Suiza, describe minuciosamente el tablero y las piezas del juego y lleva por título “versus de Scacchis”, es decir, “versos sobre el ajedrez”. En esta obra, el tablero ya aparece escaqueado, con las casillas alternativamente blancas y negras. En cambio, los elefantes árabes todavía no se han convertido en Obispos, sino que se los llama “condes”; de todos modos, ya tienen una forma que sugiere la de los modernos alfiles. El primer ministro del shatranj se denominó “fers”, pero ya representa, como en el juego moderno, a la reina o la dama.
La acción de los italianos fue decisiva para la introducción del ajedrez en la europa meridional y central. Pero se debe a los vikingos su difusión en Holanda, norte de Francia, Gran Bretaña, Irlanda y hasta la remota Islandia. Grandes viajeros y conquistadores, los vikingos fueron también notables civilizadores.

jueves, 24 de mayo de 2012

Total despereico por la mujer en el ajedrez de la Edad Media

Obras escritas en la Edad Media, donde se hace referencia al ajedrez.
Unas, son manuales sobre la forma de jugarlo, otras, poemas o ensayos en los cuales el tablero y las piezas sirven como ejemplo para ilustrar argumentos morales.
El texto más curioso es atribuido a Juan de Gales y se supone escrito a fines del siglo doce. Contiene una explicación del movimiento de las piezas, que traduce con mucha precisión las ideas de la época en materia de organización política y social y también en lo que atañe a la condición de la mujer.
Según este manuscrito, el rey mueve y captura en toda direcciones porque la voluntad del rey es ley: Una afirmación clara, y propia de aquellos tiempos de monarquías absolutas.
Pero el párrafo consagrado a la reina es verdaderamente asombroso: Revela un total desprecio por la mujer, acaso derivado de una interpretación muy severa del episodio bíblico de la tentación de Eva. Juan de Gales dice textualmente: “La dama sólo mueve oblicuamente, porque la mujer es tan ambiciosa, que nada puede lograr sino es por medio de la rapiña o de la intriga”..... Una visión innegablemente medieval.
Mejor concepto le merece al autor, las Torres: Dice que representan a los jueces que recorren el reino impartiendo justicia, y que por eso su movimiento siempre es recto, como debe serlo un magistrado.
Los caballos (es decir, los jinetes) ofrecen un lado positivo y un lado negativo: Un paso recto y uno oblicuo. Así es el movimiento de esta pieza, que Juan de Gales identifica con los recaudadores de impuestos, ya que muchas veces obran legalmente, pero también suelen incurrir en abusos e injusticias.
La descripción de los Alfiles hace pensar que el autor de la obra era un renegado y que el manuscrito mismo tal vez fuera un panfleto, ya que cuestiona la conducta de los obispos, en un momento de la Historia en que la Iglesia detentaba un enorme poder político. Dice Juan de Gales que los alfiles son prelados con cuernos (alude, claro está, a la mitra episcopal), no porque sean sabios sino porque manchan su investidura con la codicia.
Finalmente, las concideraciones del manuscrito acerca de los Peones son también impagables: Dice el autor que estas piezas mueven en línea recta, excepto cuando capturan, y de ello deduce que el hombre pobre es normalmente honrado, salvo cuando lo arrastra la ambición. Pero esto no es lo más insólito: Agrega que, cuando el peón corona y se convierte en dama, empieza a moverse siempre en forma oblicua, porque al hombre pobre le resulta imposible conducirse correctamente cuando ocupa posiciones para las que no ha nacido....
Como se ve, el ajedrez es usado aquí como un pretexto para desarrollar los principales prejuicios de la época; no puede negarse ingenio a Juan de Gales, o como se llamara realmente el autor, y aunque hoy nos repugne la bárbara concepción del mundo que emana del manuscrito, éste demuestra una vez más que el ajedrez fue evolucionando, desde su creación, a la par de las sociedades humanas.

viernes, 18 de mayo de 2012

El ajedrez como símbolo de la vida y la muerte, o la inocencia y el pecado

Nos ocupamos del “Liber de moribus hominum et officis nobilim super ludo scacchorum”, es decir, “Libro sobre las costumbres de los hombres y los oficios de los nobles, a partir del juego de ajedrez”, atribuido al fraile dominico Jacobo da Cessole. Dijimos que esta obra, generalmente conocida con el título abreviado de “Ludus Scacchorum”, tuvo enorme difusión alrededor del año 1300 y que en ella se encuentra una fabulosa versión sobre el origen del ajedrez.
El imaginativo monje sostiene, sin el menor apoyo histórico, que el juego fue inventado por un sabio a quien los caldeos llamaron “Exerxes” y los griegos rebautizaron Filometer, nombres que significan “amante de la Justicia”. Según esta fantástica teoría, Exerxes habría concebido el ajedrez para educar al príncipe Evilmerodaj, hijo de Nabucodonosor, que reinó en Babilonia en el siglo seis antes de Cristo. Da Cessola intenta justificar, de esta manera, el carácter didáctico del juego, al que acertadamente define como una forma de disciplina intelectual.
A pesar de que su propia tesis es también falsa, ya que sabemos que el ajedrez nació en la India hace apenas mil quinientos años, la obra de Jacopo da Cessole refuta otro error histórico: El que pretende que el ajedrez ya era conocido en los remotos tiempos de la guerra de Troya. No es ocioso reiterar aquí que todas las leyendas que aspiran a acreditar una mayor antigüedad del juego, carecen por completo de confirmación documental y pertenecen, solamente, a la imaginación de los escritores y tratadistas de diversas épocas.
Da Cessole llevó todavía más lejos su novelesca ocurrencia y afirmó que el tablero era una reproducción, una especie de plano, de la ciudad de Babilonia, la cual tenía una torre de vigilancia en cada uno de sus ángulos. Hay que reconocer que, como dicen los italianos “si non é vero, é ber trovato”: No es verdad. pero merece serlo. Lo más importante del libro de Da Cessole es que ajedrez se utilizaba como ejemplo para predicar una conducta moral. No es la única obra que se inscribe en esa tendencia, radicalmente distinta de la opinión primitiva de la Iglesia, que fue hostil al juego en los primeros tiempos. Hay también otra obra, atribuida nada menos que a Inocencio III, papa entre 1198 y 1216, que igualmente emplea el tablero y las piezas para formular, una serie de interpretaciones sobre la vida y la conducta humana.
Según el papa Inocencio, el mundo es como un tablero, escaqueado de blanco y de negro, colores que simbolizan la vida y muerte, o la inocencia y el pecado. Las piezas son, a su vez, como los hombres del mundo, porque a partir de un nacimiento común, cada uno de ellas alcanza diversos títulos y posiciones, pero finalmente tiene un destino común: La muerte. Esta filosofía es típica de la Edad Media; recordemos los versos del poeta español Jorge Manrique: “Nuestras vidas son ríos / que van a dar a la mar / que es el morir; /  Allí van los señoríos  / derechos a se acabar / y consumir.-” Se trata de una visión del mundo que señala que todo ser humano nace llorando y muere afligido, como prescindencia de los honores, la riqueza o las hazañas logradas durante su breve existencia terrenal: Dios es el origen y el fin, la a y la zeta, y la trayectoria del individuo pierde relevancia frente a esta metafísica comprobación.

jueves, 10 de mayo de 2012

Da Cessole: una versión sobre el ajedrez completamente fabulosa

Ya nos hemos referido al libro de Alfonso el Sabio e hicimos notar que, luego de muchos años de ser visto con recelo, el ajedrez pasó a ser utilizado como parábola de la vida humana, con intención moralizante.
Esta valorización del juego, entendido ahora en una doble dimensión lúdica y simbólica, alcanza su máxima expresión en una obra titulada “Líber de Móribus hóminum et offídis nobilium super ludo scacchórum”. o sea “Libro sobre las costumbres de los hombres y los oficios de los nobles, a partir del juego de ajedrez”. Su autor fue un monje dominico llamado Jacopo da Cessole, que predicó a fines del siglo trece y a comienzos del catorce, y cuyos sermones, recogidos por sus discípulos, constituyen el libro. Conocido en toda Europa por medio de manuscritos, fue editado en 1473, es decir, apenas veinticinco años después de que Gutenberg inventara la imprenta. El libro se tradujo a varios idiomas y fue, durante siglos, la obra capital de la literatura ajedrecística, contribuyendo enormemente a la difusión del juego.
Cabe destacar que, como lo hemos mencionado en notas anteriores, Italia se convirtió, junto con España, en foco de irradiación del ajedrez. Esto, no puede sorprender a nadie, si se repara en que Dante Alighieri, el inmortal autor de “La divina comedia”, fue contemporáneo de Jacopo da Cessole, y si se recuerda que Italia estaba destinada a ser, cien años más tarde, la cuna del Renacimiento. El juego, en particular, había llegado por diferentes vías, entre las cuales debemos señalar la vinculación con España, el comercio con el cercano Oriente y la conquista de Sicilia por los normandos.
“El libro sobre las costumbres de los hombres y los oficios nobles, a partir del juego de ajedrez”, sintéticamente llamado “Ludus “Scacchorum”, está dividido en cuatro tratados. El primero de ellos comprende tres capítulos, donde se narra la invención del juego y se explican sus fundamentos morales. El segundo abarco cinco capítulos, dedicados a la significación del rey, de la reina, los alfiles, los caballos y las torres, que son los nobles. Recalquemos que es la primera vez que se llama “reina” a la pieza originalmente conocida como “ministro”, y que los alfiles, si bien mantienen su denominación árabe, ya son similares a los “obispos”. El tercer tratado, de ocho capítulos, se refiere a la gente común, el pueblo, o sean los peones; y el cuarto también de ocho capítulos, expone el movimiento de las distintas piezas. Una recapitulación y un epílogo, cierran el volumen.
La popularidad de esta curiosa obra se debió, sobre todo, al ingenio del fray Jacobo da Cessole para comparar las distintas piezas con los personajes de la vida real. Se trata, claro está, de los personajes de aquella época, vistos a través de una organización social que hoy nos resulta difícil de entender. Así, por ejemplo, cada peón figura determinada clase de trabajadores, ocupados en los oficios que la moral de la edad media reservaba a los plebeyos, por juzgarlos indignos o impropios de la nobleza. Sorprende hallar a los escribanos en la misma categoría que los tenderos, y a los cirujanos y boticarios, asimilados a los herreros y los labradores.
Da Cessole brinda una versión sobre el ajedrez, completamente fabulosa y carente de todo sustento histórico.

jueves, 3 de mayo de 2012

Ajedrez primorosamente caligrafiado por los monjes en caracteres góticos

España fue la cuna de la bibliografía ajedrecística, y que los manuscritos españoles llevaron la teoría del juego a toda la Europa Medieval.
La obra más celebrada, y la más antigua que haya llegado completa hasta nuestros días, es sin duda alguna el libro titulado “juegos de axedrez, dados y tablas”, publicado en el año 1283. Se trata de una recopilación dispuesta por el rey de Castilla Alfonso X, llamado “el sabio”, que fue también emperador de Occidente y entre cuyas grandes medidas de gobierno figuran el ordenamiento de la jurisprudencia de su época y la reapertura de la Universidad de Salamanca.
El manuscrito se conserva en El Escorial, el imponente monasterio levantado por Felipe II en homenaje a San Lorenzo mártir, cerca de Madrid. La obra consta de noventa y ocho folios en pergamino, primorosamente caligrafiados por los monjes en caracteres gótico y con ciento cincuenta maravillosas ilustraciones en color. Si bien el libro contiene las reglas de diversos juegos de azar y de ingenio, el ajedrez ocupa la mayor parte del volumen y se incluyen un centenar de problemas y finales compuestos.
La lectura de la obra revela que, a fines del siglo trece, todavía se conservaban intactas las reglas del shatranj árabe, aunque algunos de los problemas muestran novedades que anticipan ya la necesidad de ciertos cambios, los cuales se producirán al cabo de no mucho tiempo. Así, por ejemplo, la dama obtenida por coronación de un peón tiene la propiedad de avanzar tres casillas, en vez de sólo una como tiene el juego oriental.
Es digna de mención una variante fantástica del ajedrez, que el manuscrito de Alfonso el Sabio describe someramente. Se trata del “ajedrez ampliado”, al que también atribuye origen hindú, y en el cual cada bando dispone de 12 piezas, en un tablero de ciento cuarenta y cuatro casillas. No existen los peones, y todas las figuras ubicadas inicialmente en la primera línea, son fabulosas o mitológicas:
Existen las dos torres, pero también dos leones, dos unicornios, dos jirafas, dos cocodrilos, un rey y un grifo. La importancia de esta zoología -que seguramente encantaba a Jorge Luis Borges-, radica en que el Rey puede, en su primer movimiento, trasladarse hasta tres casillas, lo cual es un antecedente del moderno enroque. Y el grifo prefigura ya a la Dama, pues a pesar de que sólo mueve una casilla en diagonal, no tiene limitaciones para desplazarse en el sentido horizontal o vertical.
Sin embargo, la novedad más importante que presenta el libro de Alfonso el Sabio, es el tablero: En efecto, hasta entonces las casillas eran todas del mismo color, vale decir, blancas; en el manuscrito de que hablamos aparece, por primera vez, el actual tablero escaqueado, o sea con casillas alternativamente blancas y negras.
El ajedrez, que en esa época todavía era objeto de desconfianza en otros países de Europa, adquiere en la España cristiana, bajo el reinado de Alfonso X, su consagración como actividad no sólo lícita sino también recomendable. Ya ha dejado de ser visto como una fuente de corrupción, y se lo ha comprendido como fino producto del ingenio humano. Más aún: Las piezas y su movimiento son ofrecidos como una parábola de la vida, se convierten en un ejemplo moral. Pero esto será motivo de otra nota.

miércoles, 25 de abril de 2012

Disputa por un suntuoso juego de ajedrez

La expansión del ajedrez hacia el centro de Europa, en la temprana Edad Media, se produjo desde dos fuentes de irradiación: la más importante fue, sin dudas, España bajo el dominio de los árabes, pero no debe olvidarse la influencia de los vikingos desde el noroeste, es decir, desde los países escandinavos. Como siempre, el avance de la civilización trajo consigo el progreso del ajedrez.
Claro que, en realidad, no puede hablarse de una civilización propia de los comienzos del Medioevo, ya que el primer milenio sorprendió a la mayor parte de Europa en un estado de semibarbarie, con pueblos proclives a las más groseras supersticiones, carentes de toda instrucción, y con gobernantes que -salvo honrosas excepciones- tampoco conocían ni las artes ni la filosofía clásicas, sepultadas tras el derrumbe del Imperio Romano de Occidente.
Esa es la causa por la cual tuvieron que ser los árabes, dueños de una cultura oriental que se desplazaba hacia el oeste, quienes dejaron y propulsaron el ajedrez, junto con las matemáticas, la química y el pensamiento especulativo. Al contrario de lo que ocurría con los reyes europeos de la época, los califas eran con frecuencia poetas y filósofos, y sus actitudes elegantes contrastaban con la fiereza y la rusticidad de los monarcas cristianos. No faltan episodios históricos, regidos por los escritores de aquellos tiempos, que ponen de manifiesto que algunos soberanos árabes no era precisamente guerreros heroicos, aunque si, eximios ajedrecistas.
Se cuenta que el califa Al-Mutamid, que reinó en Sevilla desde 1040 hasta 1090, era no sólo aficionado al Shatranj sino también afecto a todas las manifestaciones del espíritu. En su corte jugó y enseñó un gran maestro llamado Ibn-Ammar, contratado por el soberano para perfeccionar sus nociones de ajedrez. Sucedió que el rey de Castilla y de León, Alfonso VI, se propuso acabar con el dominio de los moros en Sevilla y, al frente de un poderos ejército, puso sitio a la ciudad en el año 1078. El ajedrecista Ibn-Ammar, que gracias a su talento para el juego se había convertido, con el correr del tiempo en ministro y consejero del califa, concibió entonces una original maniobra para eludir la batalla. El astuto maestro conocía el interés de Alfonso VI por el ajedrez, y también su codicia; por otra parte, tenía confianza en su propia superioridad como ajedrecista. Hizo fabricar, entonces, un deslumbrante tablero y una estupendas piezas, empleando ébano, marfil y sándalo y poniendo a trabajar a los mejores artífices de la corte. Enarboló luego la bandera blanca y pidió ser recibido por el rey enemigo, a quien desafió a jugar una partida: Si Alfonso ganaba, el maravilloso tablero sería suyo, pero si era derrotado, debía conceder al árabe un deseo.
El rey, encandilado por el suntuoso juego, aceptó el reto; y como era de esperar, fue categoricamente batido por el experto maestro musulmán. Furioso, Alfonso, no tuvo más remedio que otorgar al ministro del califa lo que éste le pidió, que fue, lógicamente, el levantamiento del sitio a Sevilla. Así fue cómo se salvó Al Mutamid, pero la historia no concluye ahí: El rey español, al parecer, no era un buen deportista, y se vengó de la humillación sufrida duplicando los impuesto que debía pagar el califa....
En España nació igualmente la bibliografía ajedrecística, y los manuscritos llevaron la teoría del juego a toda Europa. Con el ajedrez, iban también las ciencias, las artes y la filosofía, lo que hizo posible, siglos después, el justamente llamado “renacimiento”.

jueves, 19 de abril de 2012

Singular expansión del ajedrez en Rusia

Ya hablamos de la expansión del ajedrez en Europa alrededor del año 1000, y dijimos que el centro más importante, desde el cual se propagó a todo el viejo continente, fue sin lugar a dudas España, dominada en ese tiempo por los árabes.
Sin embargo, es sumamente singular el caso de Rusia, país donde el juego-ciencia tiene una tradición milenaria, hecho que explica en gran medida la preponderancia de los ajedrecistas soviéticos en nuestra época.
En efecto: Existe la teoría de que ajedrez fue conocido tempranamente en lo que hoy son las repúblicas soviéticas del Cáucaso, por influencia directa de los asiáticos. Esta teoría es difícilmente comprobable, pero de todos modos abundan los indicios de que a la antigua Rusia llegó directamente el chaturanga hindú o, a lo sumo, el chatranj persa, y no, como al resto de Europa, el juego en su versión árabe.
Los historiadores analizan tres posibles vías de penetración del ajedrez a Rusia. La primera es la invasión de los mongoles, en el siglo trece, hipótesis unánimemente descartada, ya que dicha invasión fue particularmente sangrienta y destructiva y no buscaba precisamente civilizar; además hay evidencias suficientes de que los rusos ya jugaban al ajedrez mucho antes de esa terrible incursión de los bárbaros del Asia.
La segunda posibilidad es que ajedrez viniera a Rusia desde Bizancio, donde el juego, con el nombre de de “zatrikión” se practicaba desde el siglo V. Algunos autores, entre quienes se encuentra el propio Murray, discuten también esta teoría, que es sin embargo bastante aceptable si se repara en que los príncipes de Kiev celebraron, en el año 907, un tratado de paz y amistad con los soberanos de Constantinopla, lo que dio lugar a un intenso intercambio cultural. Es verdad que la iglesia rusa (que, como todas las iglesias, condenó originalmente al juego) hace referencia en sus escritos al “shajmaty” introducido por los árabes a Europa, pero ello no excluye la posibilidad de una doble fuente, a través de Bizancio primero, y por medio de los árabes después.
La tercera vía es la del tráfico comercial entre los rusos del principado de Kiev y los distintos pueblos con quienes mantenían provechosas relaciones. Acaso sea la suposición más acertada y al que mejor admite que el ajedrez, ya difundido en numerosas naciones, fue traído a Rusia desde diferentes países, en una acción concurrente y que, su generalizado prestigio extranjero, fue prontamente aceptado por el inteligente y orgulloso pueblo ruso. De hecho, hay testimonios de que los zares fueron entusiastas ajedrecistas, y es sabido que le famoso Ivan el terrible, fue asesinado cuando se hallaba absorto en una partida de ajedrez.El nombre de las piezas, en lengua rusa, ofrece particularidades que inclinan a sostener la múltiple influencia de diversos pueblos en su difusión. La dama, por ejemplo, se denomina “Firz”, evidente derivado de “Farzin”, como se llama entre los persas el “ministro”. El rey recibe el nombre de “károl”, que alude al emperador Carlomagno, arquetipo de monarca de la edad media, circunstancia que revela una clara vertiente de Europa Occidental. Los alfiles se designan con la palabra “slon”, traducción del vocablo árabe “fil”, que significa “elefante”, lo que acredita cierta herencia musulmana. Y, por último, las torres son llamadas “lad´ya”, que literalmente quiere decir “barco”: Para este fenómeno hay una explicación pausible: Una dinastía del principado de Kiev era de origen normando, vale decir, vikingos, pueblo navegante por excelencia, que también habría dejado su huella en el ajedrez de Rusia.  

martes, 17 de abril de 2012

El ajedrez como moderno test psicológico

Hemos visto que, alrededor del año 1000 de la era cristiana, el ajedrez ya estaba bastante difundido en Europa, gracias a la influencia de los árabes en España, país desde el cual fue propagado a otros del viejo continente.
Tal como ocurrió antes en Bizancio, también en Occidente el juego fue al principio mal visto por la iglesia. Los motivos no son muy claros, aunque los autores suponen generalmente que se desconfiaba del ajedrez por su carácter intelectual, acaso rayano con la herejía, en una época de fuerte predominio del espíritu religioso y de la autoridad eclesiástica, como fue la Edad Media. La circunstancia de haber sido introducido por los árabes, invasores infieles, añadía un matiz casi de traición a la práctica del ajedrez por un cristiano.
Los testimonios de esa hostilidad son numerosos y hoy resultan, en muchos casos, por entero incomprensibles, así como, por ejemplo, en el año 1061 el famoso cardenal italiano Pier Damiani, dirige una carta al papa Alejandro II, en la cual lo comunica que ha impuesta una sanción disciplinaria al Obispo de Florencia, por haber incurrido éste en la grave falta de jugar al ajedrez, una conducta impropia de la dignidad de su cargo y que ofrece un mal ejemplo a la feligresía.
El enojo del cardena Damiani puede explicarse, tal vez, por razones de imagen episcopal, pero al menos no trasluce un absoluto desconocimiento del juego, como el que visiblemente tenía el obsipo Odo Sully, que ejerció su misión pastoral en París a fines del siglo doce. Monseñor Sully puso al ajedrez a la misma altura que los dados y demás juegos de azar, y los prohibió terminantemente al clero de su diócesis. el mismo error cometió el rey Enrique III de Inglaterra en el siglo trece, y el arzobispo Peckham llegó a castigar con tres días de ayuno  a pan y agua a los monjes de un convento de Norfolk, sospechosos de jugar al ajedrez en su celda.
Esta prevención de monarcas y de obispos contra el juego-ciencia tuvo, naturalmente, un efecto limitativo en su difusión popular, ya que la intolerancia de aquellos tiempos tornaba muy peligroso desobedecer las prohibiciones. claro que los propios reyes y sus cortesanos, e incluso muchos cardenales, se consideraban a sí mismos suficientemente inmunes a la supuesta malignidad del ajedrez y eran entusiastas aficionados. Los ajedrecistas talentosos, pero plebeyos, sólo podían cultivar el ajedrez ingresando precisamente a la corte como preceptores de los nobles, y así fue como se desarrolló una singular especie de profesionalismo, semejante al de los músicos y poetas que creaban sus obras para deleitar al soberano. Esta situación se mantuvo, sin cambios, prácticamente hasta la Revolución Francesa.
A despecho de los prejuicios  y de la superstición, de todos modos, el ajedrez se expandió por toda Europa: De España pasó a la Francia occidental; desde Italia llegó a Suiza y al sur de Alemania; por Francia saltó a Inglaterra. Los normandos conocieron el ajedrez en el Mediterráneo y lo llevaron consigo cuando volvieron a Suecia y a Noruega.
Precisamente acerca de la relación de los esclavos con el juego existe una leyenda muy curiosa: Se cuenta que cuando el rey o un señor feudal quería elegir marido para su hija casadera, los jóvenes aspirantes debían jugar una partida con el mejor maestro de la corte. Pero no se piense que la mano de la muchacha se conocedía al ganador;  no: el resultado importaba poco, lo que se buscaba era descubrir el verdadero carácter del pretendiente, su valor, su honradez, su lealtad, y se creía que el estilo de juego revelaba esas virtudes o la falta de las mismas. En otras palabras: la partida de ajedrez era como un moderno test psicológico, y asombra comprobar hoy la profundidad de esa intuición de los antiguos vikingos.

jueves, 12 de abril de 2012

¿Juego de ajedrez o juego del jaque?

La influencia de la civilización árabe en el desarrollo del ajedrez, es particularmente visible en el caso de España, y ello se refleja, en primer lugar, en el propio nombre del juego.
En efecto: La palabra hindú original, “chaturanga”, se transformó en “chatrang” cuando el juego fue llevado a Persia. Y, al producirse la conquista de este reino por los musulmanes, la pronunciación pasó a ser “shatranj”.
Más tarde, en la España gobernada por los califas, se hizo común anteponer al sustantivo “shatraj”, el artículo “al”. Según una regla fonética de la lengua árabe, la expresión resultante fue “ash-sha-tranj”, y de ella deriva, directamente, la antigua palabra española “axadrez” y la moderna “ajedrez”.
Es decir que, en nuestro idioma, el juego conserva su denominación original, porque “ajedrez”, significa, ni más ni menos, que “el chaturanga”o, si traducimos la vieja palabra sánscrita, “el juego de las cuatro divisiones”: elefantes, caballos, carros de guerra, y soldados, las fuerzas del ejército de madera que lucha contra su similar en el tablero.
La única otra lengua europea donde el juego sigue llamándose como en los tiempos de su invención, con los naturales cambios y deformaciones producidos a lo largo de los siglos, es el portugués: Se lo designa con la palabra “xadrez”, de idéntico origen que la española “ajedrez”.
En el resto de Europa, en cambio, el juego se llama “jaque”, o lo que es lo mismo, “rey”, ya que “jaque”, proviene del persa “ha”. Así como tenemos el inglés “chess”; el francés “échecs”; el alemán “schachspiel (que significa “juego del jaque”, o sea “juego del rey”)”; el italiano “scacchi”, etc. Curiosamente, en ruso el ajedrez se llama “shajmaty”, que equivale a “jaque mate”, expresión igualmente derivada de la antigua lengua de Persia y que quiere decir “muerte al rey”.
Se manifiesta también la huella de los árabes en el nombre español de una importante pieza: “alfil”, que literalmente significa “el elefante”. Esta denominación sólo se mantiene en otra lengua, el italiano, probablemente como consecuencia de la penetración española en los primeros siglos de la edad moderna. En el idioma de Dante, la pieza recibe el nombre de “alfiere”, y antaño se la llamó ·alfin”.
En otra nota nos referiremos más extensamente al nombre de las diversas piezas. Por ahora, sólo queremos subrayar la incidencia de la cultura árabe en la difusión del juego. Y, lógicamente, los testimonios de este hecho histórico se encuentran en España.
La primera referencia auténticamente europea al ajedrez -dejando ya de lado los manuscritos árabes- es el testamento de Ermenegildo I, conde de Urgel, hallado en una centenaria iglesia de Cataluña. Ermenegildo, que fue muerto en una batalla contra los moros librada en la vieja Córdoba en el año 1010, lega en dicho testamento su juego de ajedrez, tallado en cristal de roca, al Convento de Saint-Giles que todavía existe en el sur de Francia.
Como ya hemos visto, en la Edad media, España se constituyó en un polo de atracción cultural, y las renombradas universidades de Sevilla y de Córdoba convocaron a lo mejor de la juventud europea, deseosa de aprender las ciencias y la filosofía que los árabes habían rescatado del olvido. No es de extrañar, entonces, que también el ajedrez figurase entre las artes que podían aprenderse en España, y fueron sobre todo los estudiantes italianos quienes con mayor entusiasmo lo aprendieron y, luego, lo difundieron en su patria. España e Italia son, en consecuencia los dos centros de irradiación del juego a toda Europa, una acción al que  tuvieron como aliados a los normandos, que en los siglos diez y once también llegaron hasta el mar Mediterráneo.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Nuevo podio de Belgrano en torneo nacional de ajedrez



Lanzamiento de la 7ma temporada de la Liga Nacional de Ajedrez


Como ya nos tiene acostumbrado, el Club Atlético Belgrano dejó bien altos los pergaminos del ajedrez cordobés al finalizar en el tercer puesto en el torneo mixto (hombres y mujeres) en el lanzamiento de la 7ma temporada de la Liga Nacional de Ajedrez, que se disputó en las instalaciones del club Obras Sanitarias de la Capital Federal.
Estuvo en juego la Copa Día de la Memoria, y de esta manera el ajedrez argentino rindió tributo a la conmemoración del 35° aniversario del 24 de marzo de 1976.
El conjunto celeste (con 14,5 puntos) estuvo integrado por Guillermo Soppe, Matías Halac y Julieta Romano, y compartió el tercer lugar con el conjunto representativo del club organizador. La prueba fue ganada por el equipo de del Círculo Ajedrez de Moreno, integrado por los maestros Lucas Liascovich, Ernesto Real de Azua y Florencia Fernández que se adjudicó la competencia de manera invicta, a lo largo de las siete ruedas, totalizando 17 puntos sobre los 21 posibles que hubo en juego. Segundo finalizó República Martelli (con los maestros Andrés Rodríguez, Diego Valerga y Marisa Zuriel), con 15,5 puntos, entre 35 equipos participantes.
"Todos los lanzamientos de temporada tienen su particularidad, este año, el séptimo desde la fundación de la Liga Nacional de Ajedrez, me permite ratificar que este tipo de certámenes, por equipos y con el agregado mixto, integrando a hombres y mujeres, les gusta mucho a los jugadores. Reunir en una competencia por equipos a 35 planteles, y que más de un centenar de ajedrecistas se sumen a la conmemoración de un nuevo aniversario del último golpe militar para disputar la Copa Día de la Memoria, me deja muy contento", dijo el ingeniero Mario Petrucci, titular de la Liga Nacional de Ajedrez.
La competencia, que se extendió durante seis horas, se desarrolló por sistema suizo a 7 ruedas, con un ritmo de juego de 12 minutos más 3 segundos adicionales desde la 1a jugada.
Posiciones finales:
1°, Círculo de Ajedrez Moreno, 17 puntos
2°, República Martelli, 15,5
3os., Obras Aysa y Belgrano de Córdoba, 14,5
5os., Martelli Juvenil y Ushuaia Jaque Mate, 13,5...
-Pincipales posiciones sobre 35 equipos participanttes.

lunes, 26 de marzo de 2012

Enorme prestigio de los maestros de ajedrez árabes

Sabemos ya que el ajedrez surgió en el siglo sexto, en la India, conde recibió el nombre de “chaturanga”, que pronto fue llevado a la antigua Persia, siendo denominado allí “chatrang”; y que, cuando el islamismo inicia su conquista del mundo conocido entre los años 650 y 800, los árabes adoptan el juego, lo rebautizan “shatranj” y lo estudian sistematicamente, convirtiéndolo en juego-ciencia.
De ahí en más, y por espacio de siete siglos, el ajedrez, permanecerá estrechamente ligado a la historia de la nación árabe y al crecimiento y posterior decadencia del imperio musulmán. Todavía a fines del siglo XV y principios del XVI, cuando ya el poderío moro se desvanece tras la caída de Granada en manos de los Reyes Católicos, algunos maestros árabes gozaban de enorme prestigio como eximios ajedrecistas. Mencionaremos sólo a dos.
Uno de ellos fue el célebre Aladino, a quien sus contemporáneos llamaron “Ali Shatranyi”, es decir, Alí el ajedrecista. Miembro de la corte del emperador mongol Timur, se sabe que jugaba varias partidas simultáneas a ciegas, con asombrosa habilidad, y ha dejado un bello manuscrito que contiene numerosos problemas de su invención. En el prólogo a esta obra, Aladino, expresa con encantadora modestia: “He puesto mi vida, desde que tenía quince años, entre los grandes maestros del ajedrez de mi tiempo, y desde esa época hasta ahora, en que he llegado a la madurez, he recorrido el mundo enterio y me he encontrado allí con muchos maestros de este arte, y he jugado con todos ellos, y gracias al favor del Altísimo, he salido siempre victoriosos”.-
El último de los grandes ajedrecista teóricos árabes fue Muhámad Sukáikar. También jugaba a ciegas y se cuenta que, en cierta ocasión, lo hizo contra el sultán Suláiman, en Estambul. Durante la partida, cambiando de lugar una pieza cuando le tocaba jugar a su rival. Al advertirlo, Sukáibar dijo “Bien. Ya que es el sultán quien me ha hecho esto, no tengo más remedio que aceptar la situación y seguir jugando lo mejor posible; pero, si mi adversario hubiera sido cualquier otro, yo habría acudido al sultán en demanda de justicia”.
Pero nos hemos adelantado mucho. Estamos en el siglo ocho, cuando los árabes invaden a Europa y llevan consigo el Shatranj, un juego todavía jóven y en el plena etapa de formación.
Como hemos vistos en notas anteriores, el Chaturanga indio, penetró a Rusia casi simultáneamente que a Persia. Pero esta limitada expansión posiblemente hubiera acabado con el juego, de no mediar la feliz circunstancia de su difusión en Europa Occidental, donde el ajedrez encontró mentes capaces de perfeccionar las reglas y hacer progresar al juego, dotándolo de la agilidad y el inagotable interés que adquiriría con el correr de los siglos.
Los árabes eran un pueblo guerrero y su religión les mandaba conquistar a los infieles y llevarles la palabra santa del Corán. Ya en siglo ocho, los califas están instalados en Granada, Córdoba y Sevilla, donde gobiernan sabiamente, realizan obras arquitectónicas que todavía hoy podemos admirar, como la Alhambra, y  convierten a España en el gran centro cultural de su tiempo. Un gran escritor ibérico, Vicente Blasco Ibáñez, ha dicho en su memorable novela “La Catedral”: “Era una expedición civilizadora más bien que una conquista (...) aquella cultura jóven y vigorosa, de rápido y asombroso crecimiento, que vencía apenas acababa de nacer; una civilización creada por el entusiasmo religioso del Profeta, que se había asimilado lo mejor del judaísmo y la cultura bizantina, llevando además consigo la gran tradición india, los restos de Persia y mucho de la misteriosa China. Era el Oriente que encontraba en Europa.-”
El Oriente, agregamos nosotros, traía la numeración decimal, el álgebra, la filosofía griega, la medicina, la química, la cosmología, la poesía rimada. Y traía también, el juego del ajedrez.
 

viernes, 23 de marzo de 2012

Finales y aperturas con extraordinaria perspicacia e imaginación.

Continuaremos evocando a los más importantes maestros árabes, que hace mil año fundaron la teoría del ajedrez y lo convirtieron en juego-ciencia, analizando finales y aperturas con extraordinaria perspicacia e imaginación.
Dijimos que el teórico al-Lajlaj, discípulo de as-Suli, había escrito un tratado completo sobre los planteos que podían presentarse en el shatranj, agrupándolos según las características de la posición resultante y bautizándolos con expresivos nombres.
La apertura denominada “Muhánnah”, que significa “ataque del flanco”, se producía luego de doce jugadas, en las que se avanzaban todos los peones (salvo los de torre), se desarrollaban ambos caballos y se llevaba cada torre a la respectiva columna de caballo. Las negras imitaban las jugadas de las blancas, es decir, que la posición era absolutamente simétrica. El “Muhánnah” muestra un desconcertante parecido con el moderno sistema creado por el jugador belga Edgard Colle.
Otra apertura muy prestigiosa era la conocida como “Muhákrab”, o sea, “construcción fortificada, que consistía en adelantar primero los peones, desarrollar luego los alfiles por tres torre, y los caballos por dos rey y dos dama, y llevar finalmente el rey y la dama a la segunda y tercera línea, respectivamente, con lo que se despejaba la primera fila a fin de disponer de las mayores opciones para las torres.
El “Muránddad”, que puede traducirse como “de aquí para allá”, era una apertura que requería nada menos que diecinueve jugadas teóricas pra configurarse. Ofrece rasgos similares a la descripta anteriormente, pero con la diferencia de que una de las torres se reverva para ser ubicada, según las circunstancias, en cualquier columna del flanco dama, en tanto la otra se emplaza en uno caballo rey, a la manera clásica del shatranj.
Ni el chaturanga indio ni el chatrang persa habían alcanzado antes el grado de desarrollo teórico que logró el shatranj bajo la civilización musulmana. Su madurez lo hace enteramente comparable al ajedrez moderno, con las naturales diferencias  que emanan de las diversas reglas del juego, y esa importancia ha sido comprendida en época reciente, con la edición de libros que divulgan los milenarios principios del viejo juego oriental y reproducen partidas de los grandes maestros árabes. El descubrimiento se produjo en 1913, cuando no publica en Londres la monumental “Historia del ajedrez”, de Harold James Ruthven Murray; el interés por el juego fue tan notable en Inglaterra, luego de conocerse este libro, que el London Chess Club organizó en marzo de 1914 un match de Shatranj, jugado por dos notables ajedrecistas británicos: Herbert Jacobs y sir Georges Thomas. Las partidas fueron recogidas por el tradicional diario “the times” y por la no menos célebre “British Chess Magazine”.
A los árabes se debe, fundamentalmente, la introducción del ajedrez en Europa. En efecto: La invasión de España en el año 711, y la prolongada dominación musulmana que sobrevino, trajo a la Europa medieval una trascendental corriente de renovación cultural, en especial filosófica y matemática, e implicó también la difusión del juego-ciencia en los reinos que nacían como consecuencia de guerras dinásticas y religiosas, en medio de pestes y devastaciones, a pesar de la intolerencia y el fanatismo. España fué, bajo los árabes, un faro de ciencia y de intelectualidad en la convulsionada realidad del continente. No es de extrañar que el ajedrez, preferido desde siempre por los hombre cultos y refinados, tuviera en ese gran centro de estudios la plataforma que lo lanzaría a todo el mundo moderno y civilizado.
Continuaremos con este tema en la próxima entrada.

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