miércoles, 25 de enero de 2012

El Ajedrez hace eficaz el mensaje publicitario

Una de las característica de la llamada "sociedad de consumo", tan desarrollada en nuestro mundo occidental, es la necesidad de promover la venta masiva de los productos industriales.
Hasta hace medio siglo, la propaganda se limitaba a elogiar las virtudes del artículo, y las ilustraciones no eran demasiado imaginativas; por lo general se mostraba el envase y la marca del producto, para facilitar su reconocimiento por parte del potencial comprador.
Mucho ha evolucionado, desde entonces, el moderno arte de la publicidad. No sólo por la aparición de grandes adelantos técnicos, como la televisión, el cine y la internet, sino también por el perfeccionamiento del diseño. Esta disciplina tiene su origen en el famoso movimiento de "Bauhaus", impulsado luego de la primera guerra mundial por el arquitecto alemán Walter Gropius.
El diseño publicitario posee muchos elementos artísticos, no sólo porque requiere buen dibujo, adecuada composición del cuadro, equilibrio de colores y otros atributos plásticos, sino también porque debe lograr determinado efecto en el receptor del mensaje. En otras palabras, al publicidad actual trata de crear motivaciones psicológicas en el futuro consumidor, convencerlo de que el uso de tal o cual producto trae aparejados satisfacciones personales que van más allá de la mera utilidad.
Por esto, la publicidad recurre con frecuencia a diversos elementos de la cultura general, entre ellos, el juego de ajedrez. Que se presta, más que cualquier otro, para un empleo inteligente con fines publicitarios.
El tablero en sí, con su forma perfecta y sus colores alternados, ofrece mil posibilidades para la composición de un mensaje gráfico. No olvidemos que el diseño "ajedrezado" en el estampado de telas para diversos fines, en especial, la decoración de interiores.
Pero nada más elocuente que las piezas del ajedrez. El rey simboliza poder, autoridad, prestigio, situación sobresaliente. La dama, o reina, es imagen de elegancia, de feminidad, de delicadeza, pero también de influencia oculta, discreta. Los alfiles pueden señalar la majestad de los obispos, la solemnidad de la liturgia, y también la rapidez de sus movimientos, con el toque de intriga que da el desplazamiento oblicuo. Los caballos, con su extraña manera de saltar, evocan la fuerza de la naturaleza, la intrepidez, la capacidad para vencer obstáculos. Las torres, son la solidez, la fortaleza, la prudencia, e incluso la tradición, bien asentada sobre sus cimientos. Y los peones, a semejanza del pueblo, son el hombre común, el soldado raso, el anónimo héroe de las guerras o de la vida cotidiana; con la posibilidad de ser promovidos a la categoría de pieza, cuando sus méritos así lo hacen posible y justo.
Estas connotaciones, y muchas otras que la imaginación creadora puede concebir, han sido y son aprovechadas por la publicidad. A ello se agrega el sentido de actividad intelectual, reflexiva, que posee el juego, cuya práctica  puede asociarse a la serenidad, a la sensatez, a la conducta mesurada y racional, a la paciencia y a la agudeza de la intuición. No es difícil sugerir, mediante el ajedrez, que la elección de determinado producto o servicio revela una decisión inteligente. Esto halaga al receptor del mensaje y hace eficaz el propósito publicitario.

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